lunes, 8 de septiembre de 2008

Q`alota avauallegueye

Cuando estoy dentro de ese monte,
escucho el ruido de un árbol que parece tumbarse.
Entonces le pregunto a mi padre:
¿Por qué ese árbol parece tumbarse?
Entonces me dice mi padre:
Cuando ese árbol hace así
es porque a vos te desconoce el dueño del monte.
Cuando vos escuches eso,
entonces le decís esto: Vos que habitás en este monte,
tan solo tenme compasión.
No ando porque sí por tu lugar;
estoy buscando algo para cazar en este día. Solamente te pido que me tengas compasión
proveyéndome de algo hoy.
“Las costumbres del monte”, Paso Sosa


Abrí los ojos, ya era de día. Hoy por fin, después de largas dieciséis horas habíamos llegado a Formosa. Hacía varias semanas que ansiaba con este momento. Para muchos esta es sólo una provincia más de las 23 de nuestro país, pero yo sabía que en mi historia personal, esta afirmación no podía ser cierta. Tan sólo dos horas me separaban de mi verdadero y preciso destino. Andando por la ruta provincial, volví a ver esa enorme cruz blanca que algunos les daba la bienvenida y a otros nos asustaba un poco. La primera vez que la observé, hace ya tres años, me surgió una enorme duda: “¿Me estaré acercando a tierra del Señor, al eterno paraíso, o será simplemente una muestra de enorme influencia del catolicismo sobre la provincia? Debo reconocer que por un momento creí haber descubierto en mí una enorme devoción por el Altísimo, pero que al poco tiempo caí en la cruda realidad con la fría intervención de un padre que le explicaba a su hijo que ese impresionante monumento estaba hecho para que “Dios vea cuanto lo queremos”.
Un cartel que indicaba los 140 km que nos separaban de Clorinda hizo que un sinfín de pensamientos viniera a mi mente. El paisaje que se veía por la ventanilla tal vez no era el mejor para algún turista con su cámara ansioso de guardar en ellas imágenes de lugares remotos y exóticos; incluso para mí, que no iba en busca de nada de eso, se volvía bastante monótono y aburrido por momentos. Concentrado en esa mescolanza de recuerdos, mi cabeza emprendió su propio viaje al pasado que logró desconectarme por unos minutos. No duró mucho de todos modos, porque un amigo me trajo de vuelta al asiento del micro diciéndome que ya habíamos llegado. En mi desconcierto, logro ver un cartel que decía “Bienvenidos a la ciudad de Clorinda” y debajo de él, la gendarmería.
Treinta minutos más tarde nos encontrábamos en la terminal de Clorinda. A pesar de ser la segunda ciudad en orden de importancia en la provincia (la primera es su capital Formosa), la parada de ómnibus my lejos se encontraba de aproximarse si quiera al imaginario colectivo. Un simple local, muy chiquito y humilde con un letrero de Flechabus. Había un puesto para cada empresa. Contemplando que no había más de cuatro empresas de transporte que llegaban hasta ahí y que cada parada era tan grande como cualquier kiosco de los que puede haber en Directorio al 7900 por ejemplo. Creo que cualquiera puede construirse una idea que se puede acercar bastante a lo que era la terminal de Clorinda. Me dispuse a bajar del micro, avanzo unos pasos, bajo las escaleras y cuando estoy asomando mi cabeza, una terrible sensación de ira brotó del fondo de mi ser. Aquellos chicos con los cuales hace un año estaban compartiendo charlas, canciones, juegos, hoy me tocó verlos pelándose por bajar bolsos del micro con la esperanza que algún buen hombre se apiade de su situación y les diera una moneda. Ya me habían contado ellos que trabajan limpiado micros de la línea Plaza SA. Como en todos los rincones del mundo, la pobre se naturaliza, se vuelve cotidiana y se la acepta como un ente lejano y sin lugar a la reflexión. La ciudad no se paralizaba frente a esta situación que tan perplejo me dejó, sino que se encargaba de taparla con un par de monedas.
Pasada esta reacción nos dimos cuenta de la hora. Doce y treinta y tres. Mientras esperamos que el padre Raúl, nos viniera a buscar fuimos en busca de algo que nos alimentara. Algo que nos permitiera saciar la sed y el hambre. En la esquina de donde nos encontrábamos, había una rotisería. Sin dudar nos acercamos en búsqueda de algún manjar. Nos atendió una señora, que percatándose de nuestra apariencia, nos recomendó “los mejores sándwiches de milanesa que hay en todo Formosa”. Obviamente aceptamos. A un costado del mostrador había algo que extrañaba bastante. Una especie de polenta fría, completamente condensada, amarillenta, con la necesidad imperante del uso del cuchillo y del tenedor para poder acceder a un bocado. Entre tanto, creo que escuchar a un señor que muy seguro se acerca a Rosita (la madre de familia que atendía el local) y le pide una Sopa Paraguaya. Mi sombro no pudo señor cuando Rosita se acercó directamente sin dudar a esta masa amarillenta. Nada más lejos de una sopa. Entonces, el hombre de la casa se acercó y al ver nuestro asombro frente a las cualidades de esta sopa, nos explicó que por las altas temperaturas de la zona era una locura tomar una sopa como nosotros la conocíamos, y que la única forma que había de hacerlo era en su forma condensada, fría. Según Rubén, la preparación era la misma. Ya con nuestra comida en manos, nos disponemos a salir, y vemos justo aparecer al padre Raúl en una camioneta, de un vecino suyo que muy amablemente se había ofrecido a llevarnos hasta la Colonia.
He mencionado un par de veces a este hombre Raúl y no tengo más remedio que contar quién es. Cura nacido en Santa Cruz, vivió unos siete años en La Plata y más tarde fue enviado a Asunción. El año pasado tuvimos la suerte de conocerlo a él y a tres muchachos más que lo acompañaban en su tarea “evangelizadora”. Una voz inspiraba confianza desde el primer momento y una amabilidad propia de la gente del norte, lo caracterizaban. El respeto y la humildad por sobre todo. Estos tres adolecentes de 16, 19 y 15 años que estaban a su lado debieron volverse a su pueblo natal, por lo que este año no pudimos contar con su compañía. No puedo dejar hacer alusión del pueblo de estos tres chicos, cuyos nombres no recuerdo. El más grande nos contó la enorme travesía que debían atravesar para acercarse a alguna ciudad o zona urbana. Primero y principal, debían atravesar el río Pilcomayo, luego caminar durante dos días. De esos dos días, uno de ellos estaba destinado a la selva o bosque con frondosa vegetación, y por ultimo (y pido que nadie dude de esto que voy a contar) ¡debían atravesar dos kilómetros de “arenas movedizas”! Ni los más taquilleros directores de cine hollywoodenses podrían acercarse si quiera a lo que este muchacho nos contó con una naturalidad exasperante. Volviendo a Raúl, su historia es igual de interesante. Su vida comienza en Santa Cruz donde realizó el seminario. Estuvo allí unos diez años como cura y después fue enviado a La Palta durante otros siete años. Luego estuvo un tiempo en Neuquén y desde allí partió a Asunción, donde permaneció hasta el 2007, momento en el cual nos lo encontramos en Colonia. Él fue quien nos consiguió los materiales, los permisos legales y demás.

Geográficamente, La Primavera se encuentra en el medio de dos pueblos: Laguna Blanca y Laguna Naineck. La escuela de modalidad aborigen N°308 “Patricias Argentina” es el límite municipal. Hacia el norte, está concebida dentro de la jurisdicción de la Municipalidad de Laguna Blanca, mientras que hacia el sur, de la Municipalidad de Naineck. “Ven, ahí donde están parados es justo el límite entre Naineck y Laguna Blanca. Él está del lado de Laguna y yo en Naineck”, nos comentaba entre risas Marcelo, un toba que vivía al lado del colegio. El camino desde Clorinda hasta la Colonia, era de unos 60 kilómetros más o menos por la ruta 86. Y llegando al kilómetro 1341, una salida de tierra nos marca el sendero a seguir. Cualquiera de nosotros sería incapaz de ubicarse y encontrar salida exacta. Sólo aquellos que allí viven o que conozcan muy bien la zona podrían llegar con facilidad hasta el lugar donde se encuentra la Colonia. Una vez adentrados en los caminos de tierra, tuvimos que hacer entre 9 y 12 kilómetros aproximadamente para poder llegar a la Escuela 308 donde íbamos a parar toda la semana.
La colonia cuenta con dos escuelas separadas por 4 km. una de otra. La N°291 se acerca bastante a la imagen de una escuela rural estereotipada. Un edificio en medio del campo, cercado delante pero abierto atrás. El frente está rodeado por alambres, pero el patio trasero da a un inmenso descampado. Un mástil con la bandera argentina en medio del patio y formando un semicírculo, las aulas, el comedor y los baños. El semicírculo que se forma está compuesto por dos canchas de fútbol y detrás ellas, una extensión infinita de pastizales desiertos. Esta soledad de noche es un poco insegura ya que en la escuela no hay un casero que cuide la institución cuando los chicos se van. “A veces, a la mañana siguiente encontramos en el patio botellas de bebidas alcohólicas y otras cosas”, nos cuenta una maestra. Aulas no muy lujosas, escasamente equipadas, un comedor que muchas veces quedaba muy chico para el número de chicos que asisten diariamente. Y por el otro lado un aula recientemente inaugurada con computadoras de última tecnología. “Estas son de las buenas. Por suerte el gobierno se porta con nosotros”, nos aseguró el maestro de computación, el único capaz de manejarlas, en todo el colegio. Por último están los baños, a los cuales no me he animado a entrar. Por otro lado la escuela N°308, compone una burbuja dentro de toda la comunidad. Presenta una imagen impactante para toda persona que recorra la zona. Como traída de otro planeta. Toda pintada de amarilla, con techos nuevos, una iluminación envidiable. Esta obra se comenzó en el 2005 y terminó de construir a mediados del 2006. Lo gracioso es que es el día de hoy que la escuela todavía no ha sido inaugurada oficialmente, o al menos eso es lo que le dicen a ellos. “La biblioteca, la dirección, la cocina, las aulas todo está sin inaugurar. Lo que pasa es que la directora Leona pudo conseguir que los chicos estén en las aulas, porque sino seguían en los pasillos todavía.”, nos contaba Marcelo, que entre changa y changa nos venía visitar. En el 2005 cuando yo llegué por primera vez la escuela era un gran baldío, las clases se daban en el pasto, se cocinada en con unos leños a un costado y los baños estaban constituidos por dos letrinas. Ya al año siguiente al encontrar toda la escuela armada, nuestra sorpresa fue inmensa e incompleta a la vez. Los maestros debían dar clases en los pasillos ya que las recientes aulas no podían utilizarse, debido a que debían esperar que el gobernador las inaugurara en las próximas campañas electorales. El acto se hizo, pero hoy en día legalmente, figuran en proceso el trámite inauguración. Si bien ya pueden utilizar la mayoría de las instalaciones, algunos de esos lugares se encuentran en cerradas o vacías ya que no les permiten su pleno uso. En ambas escuelas funciona un comedor donde los chicos disfrutan de cuatro de las cinco comidas diarias.
-“No, es mucho esto que tenemos. Antes no teníamos nada, en comparación estamos mucho mejor.”
-“Sí Leona, pero usted sabe que hasta escuela le siguen faltando cosas. Por ejemplo una computadora. Todos saben que los chicos hoy en día necesitan una computadora. Además así nos podemos comunicar más fácilmente”, postula Raúl
Entre risas –“No, esto es mucho ya… es mucho”

El centro de la comunidad está determinado por Kammak (que significa lugar de encuentro), una bicicletería que permite el arreglo de la principal fuente de transporte de la zona: las bicicletas. En toda su extensión, Formosa está marcada por el gran consumo de bicicletas, luego les siguen las motos y por último los autos que so pertenencia de personas acomodadas económicamente. Cuando llegamos, nos encontramos en medio de una discusión bastante subida de tono.
-“Escúcheme señorita, yo no puedo caminar tanto para ir a donde usted me dice. Me van a sacar los 150 pesos. Yo ya no veo bien de este ojo, pero todavía sirvo. Puedo cortar, tallar, y todo eso. Yo ya no veo bien de este ojo peor todavía sirvo”
-“No don Julio, a usted nadie le va a sacar los 150 pesos. Yo sé lo que significan 150 pesos hoy en día. Yo tampoco gano una fortuna. ¿O a caso alguna vez que no haya podido venir a clases, le sacaron el dinero? Yo entiendo que ustedes tienen que hacer changas y que hay veces que no pueden venir. Y siempre le digo a los docentes que si faltan una vez por este motivo que no les pongan la inasistencia.”
-“Bueno. Porque vio, yo todavía sirvo. Este ojo me dejó de funcionar, pero puedo trabajar todavía.”
-“Estoy segura que sí don Julio. Estoy segura que sí… Bueno me voy porque me tengo que ir a la otra escuela”.
La directora de la Escuela para Adultos con Capacitación Laboral, nos comentó que ella había conseguido unas máquinas para poder trabajar mejor la madera, pero que iban a instalarlas en una escuela en Laguna Blanca. Hasta que no pudiera llevarla a Kammak, debían ir hasta allá para poder enseñarles a ellos como utilizarlas. “El tema es que acá hay mucha pobreza, bueno ustedes si hace tiempo que vienen ya se habrán dado cuenta de las necesidades que no pueden cumplir. Porque con 150 pesos no arreglás nada. Yo, que cobro aproximadamente 800 pesos por esto, hago malabares para llegar a fin de mes, imaginate ellos.”
Justo en la puerta, estaban tres delegados del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, el INTA, que nos informaron acerca de un nuevo filtro de agua que estaban intentando poner. “No es muy grande, pero sirve para limpiar el agua de algunas familias.” El problema del agua es uno de los más graves conflictos que sufre la Colonia. En sus 25km de extensión cuentan con sólo tres pozos en total. Uno en cada escuela y uno en Kammak. El otro problema que tienen respecto a este tema es la contaminación. Los camiones municipales traen el agua desde la Laguna Blanca, que baja por el río Potosí, que a su vez después de haber desembocado del Pilcomayo, pasa por una zona de minas, donde la contaminación que vierten sobre las aguas es enorme afectando directamente a la población. Por eso la necesidad de estos filtros. Aprovechamos para preguntarle acerca de la soja, ya que un chicho nos había contado algunas cosas. “Sí, ahora van volver con la soja. Ya estuvieron acá hace un tiempo y ahora van a volver a poner”. “¿Y vos que pensás del tema?”, le pregunté. “Bien, yo creo que está bien”. Los delegados del INTA que Aceitera General Deheza, propiedad del senador nacional oficialista Roberto Urquía, había comprado 20mil hectáreas en la zona para plantar soja y maíz. “La idea de ellos es plantar soja y maíz, pero fundamentalmente soja. Es más rentable. Nosotros hacemos lo que podemos, pero con grandes empresas como esta y encima el apoyo oficialista, no se puede.”

Entre tantas caminatas que hicimos, nos encontramos a Félix Díaz uno de los integrantes más importantes de la Comunidad Qom. Él nos pidió que cuando nos refiriésemos a ellos, los llamemos por su nombre “y no por el nombre que se pudo haber ocurrido a uno o dos guaraníes”. Ellos se hacen llamar a sí mismos qom que significa gente. Tobas es el nombre despectivo que le adjudicaron los guaraníes y que más tarde castellanizaron los pobladores. En esta ocasión nos contó acerca de las problemáticas jurídicas y legales que sufrían día a día. Acerca de la cantidad de trámites burocráticos que deben atravesar para poder trabajar la tierra. “Nosotros no nos creemos los dueños de la tierra como algunos dicen. Ella nos bendice con frutos y animales para poder vivir. La tierra no es nuestra, la tierra es de todos, y sólo queremos poder gozar de lo que ella tan amablemente nos brinda”. Además cabe recordar que la Colonia se encuentra atravesada por el límite entre la Municipalidad de Laguna Blanca y la de Naineck, por lo que el trámite es doble. “Ahora se nos mata con las leyes, antes era con armas, pero ahora con leyes”. Habló también de lo unida que se estaba volviendo la Comunidad, muchas veces separada. Y que estos distanciamientos nos son casuales, sino que la presencia de las cuatro iglesias (una católica y tres evangelistas) y sus “intenciones políticas de fondo” tienen mucho que ver. “La escuela, también influyó notoriamente en nuestras tradiciones. Las chicas cuando cumplían quince años, debían permanecer durante un tiempo con su madre. Y con nadie más. Debía mostrarle las cosas que tenía que hacer como madre, sus obligaciones. Por ejemplo, la comida medicinal. Y la madre decía cuando estaba lista para volver y armar una familia.” La política no se hizo a un lado, perjudico notablemente la fuerte figura del cacique, un valiente cazador y feroz guerrero que aconsejado por su consejero (de gran poder espiritual) tomaba las decisiones más acertadas para toda su colonia. Todos debían respetarla. Hoy “es un dispositivo de control del gobierno. Sin consejero ni nada. Sólo se maneja por el dinero”. También nos invitó a ir a una asamblea que habían organizado para discutir la derogación de las elecciones ganadas por Félix, que les permitía acceder a la personalidad jurídica, es decir, poder elevar proyectos de ley al Parlamento.
Luego de estar con los chicos durante la tarde, fuimos a la casa de José Antonio (primo de Marcelo), donde se realizo la asamblea. Había allí reunidos unas 70 personas aproximadamente, todas en un inmenso silencio. Félix nos presenta y le da la palabra a uno que estaba sentado y que hizo una revisión de lo que sabían hasta ahora y propuso mandar un acta firmada en repudio a la derogación de las elecciones. Hasta ese momento, habíamos podido entender tan solo algunas cosas de lo que decían, ya que hacían una mezcla entre el castellano y el toba al hablar. La justificación parecía estar en la ausencia de representante del gobierno formoseño durante las votaciones, cuando en realidad había dos. El aire de respeto, tranquilidad y paciencia me exasperaba. ¡Esos hombres estaban discutiendo si cortaban las rutas o no y ninguno levantaba el tono de voz! Si alguno se desesperaba un poco y “gritaba”, en seguida alguno le pedía que se calmara y se tranquilice. A un costado, las mujeres permanecían paradas en silencio a la espera de lo que los hombres decidieran. Un momento que jamás podré sacar de mi cabeza. El respeto por la palabra del otro, cuando tenemos para aprender, el valor que le dan a sus raíces, la unidad que están teniendo, el amor y cuidado que tienen por la tierra y todo lo que ella les brinda. Cuanto nos falta por aprender…

Entonces viene el pájaro (anunciante) cuyo nombre es crespín,
que canta a los frutos para que pronto maduren,
noche y día, noche y día.
Nunca duerme, no come, no bebe, no descansa
hasta donde llega su vida.
En esos tiempos descansa metiendo su espíritu en la tierra.
Porque ha cumplido con su deber de cantar a los frutos del árbol.
El pájaro está en algún lugar.
Él espera el siguiente año.
Y nuevamente aparece para cantar.
Él tiene su sufrimiento porque deja su alegría.
Porque comen las personas, los animales,
los animales que viven en el agua y los demás pájaros.
Les de su vida a los frutos de los árboles.
El canto del crespín hace que los frutos maduren.
“El crespín”

1 comentario:

Anónimo dijo...

El relato muestra la real vivencia que se siente al llegar a Formosa y sus pueblos.Me llamo Raul jara naci en Laguna Naineck vivi hasta lo 20 años alli aora en Buenos Aires y en verdad es tan real el comentario que da emocion al leerlo. Es una descripcion fantastica y espero que el autor lo lea para que le llege mi felicitaciones por lo escrito.