lunes, 8 de septiembre de 2008

Q`alota avauallegueye

Cuando estoy dentro de ese monte,
escucho el ruido de un árbol que parece tumbarse.
Entonces le pregunto a mi padre:
¿Por qué ese árbol parece tumbarse?
Entonces me dice mi padre:
Cuando ese árbol hace así
es porque a vos te desconoce el dueño del monte.
Cuando vos escuches eso,
entonces le decís esto: Vos que habitás en este monte,
tan solo tenme compasión.
No ando porque sí por tu lugar;
estoy buscando algo para cazar en este día. Solamente te pido que me tengas compasión
proveyéndome de algo hoy.
“Las costumbres del monte”, Paso Sosa


Abrí los ojos, ya era de día. Hoy por fin, después de largas dieciséis horas habíamos llegado a Formosa. Hacía varias semanas que ansiaba con este momento. Para muchos esta es sólo una provincia más de las 23 de nuestro país, pero yo sabía que en mi historia personal, esta afirmación no podía ser cierta. Tan sólo dos horas me separaban de mi verdadero y preciso destino. Andando por la ruta provincial, volví a ver esa enorme cruz blanca que algunos les daba la bienvenida y a otros nos asustaba un poco. La primera vez que la observé, hace ya tres años, me surgió una enorme duda: “¿Me estaré acercando a tierra del Señor, al eterno paraíso, o será simplemente una muestra de enorme influencia del catolicismo sobre la provincia? Debo reconocer que por un momento creí haber descubierto en mí una enorme devoción por el Altísimo, pero que al poco tiempo caí en la cruda realidad con la fría intervención de un padre que le explicaba a su hijo que ese impresionante monumento estaba hecho para que “Dios vea cuanto lo queremos”.
Un cartel que indicaba los 140 km que nos separaban de Clorinda hizo que un sinfín de pensamientos viniera a mi mente. El paisaje que se veía por la ventanilla tal vez no era el mejor para algún turista con su cámara ansioso de guardar en ellas imágenes de lugares remotos y exóticos; incluso para mí, que no iba en busca de nada de eso, se volvía bastante monótono y aburrido por momentos. Concentrado en esa mescolanza de recuerdos, mi cabeza emprendió su propio viaje al pasado que logró desconectarme por unos minutos. No duró mucho de todos modos, porque un amigo me trajo de vuelta al asiento del micro diciéndome que ya habíamos llegado. En mi desconcierto, logro ver un cartel que decía “Bienvenidos a la ciudad de Clorinda” y debajo de él, la gendarmería.
Treinta minutos más tarde nos encontrábamos en la terminal de Clorinda. A pesar de ser la segunda ciudad en orden de importancia en la provincia (la primera es su capital Formosa), la parada de ómnibus my lejos se encontraba de aproximarse si quiera al imaginario colectivo. Un simple local, muy chiquito y humilde con un letrero de Flechabus. Había un puesto para cada empresa. Contemplando que no había más de cuatro empresas de transporte que llegaban hasta ahí y que cada parada era tan grande como cualquier kiosco de los que puede haber en Directorio al 7900 por ejemplo. Creo que cualquiera puede construirse una idea que se puede acercar bastante a lo que era la terminal de Clorinda. Me dispuse a bajar del micro, avanzo unos pasos, bajo las escaleras y cuando estoy asomando mi cabeza, una terrible sensación de ira brotó del fondo de mi ser. Aquellos chicos con los cuales hace un año estaban compartiendo charlas, canciones, juegos, hoy me tocó verlos pelándose por bajar bolsos del micro con la esperanza que algún buen hombre se apiade de su situación y les diera una moneda. Ya me habían contado ellos que trabajan limpiado micros de la línea Plaza SA. Como en todos los rincones del mundo, la pobre se naturaliza, se vuelve cotidiana y se la acepta como un ente lejano y sin lugar a la reflexión. La ciudad no se paralizaba frente a esta situación que tan perplejo me dejó, sino que se encargaba de taparla con un par de monedas.
Pasada esta reacción nos dimos cuenta de la hora. Doce y treinta y tres. Mientras esperamos que el padre Raúl, nos viniera a buscar fuimos en busca de algo que nos alimentara. Algo que nos permitiera saciar la sed y el hambre. En la esquina de donde nos encontrábamos, había una rotisería. Sin dudar nos acercamos en búsqueda de algún manjar. Nos atendió una señora, que percatándose de nuestra apariencia, nos recomendó “los mejores sándwiches de milanesa que hay en todo Formosa”. Obviamente aceptamos. A un costado del mostrador había algo que extrañaba bastante. Una especie de polenta fría, completamente condensada, amarillenta, con la necesidad imperante del uso del cuchillo y del tenedor para poder acceder a un bocado. Entre tanto, creo que escuchar a un señor que muy seguro se acerca a Rosita (la madre de familia que atendía el local) y le pide una Sopa Paraguaya. Mi sombro no pudo señor cuando Rosita se acercó directamente sin dudar a esta masa amarillenta. Nada más lejos de una sopa. Entonces, el hombre de la casa se acercó y al ver nuestro asombro frente a las cualidades de esta sopa, nos explicó que por las altas temperaturas de la zona era una locura tomar una sopa como nosotros la conocíamos, y que la única forma que había de hacerlo era en su forma condensada, fría. Según Rubén, la preparación era la misma. Ya con nuestra comida en manos, nos disponemos a salir, y vemos justo aparecer al padre Raúl en una camioneta, de un vecino suyo que muy amablemente se había ofrecido a llevarnos hasta la Colonia.
He mencionado un par de veces a este hombre Raúl y no tengo más remedio que contar quién es. Cura nacido en Santa Cruz, vivió unos siete años en La Plata y más tarde fue enviado a Asunción. El año pasado tuvimos la suerte de conocerlo a él y a tres muchachos más que lo acompañaban en su tarea “evangelizadora”. Una voz inspiraba confianza desde el primer momento y una amabilidad propia de la gente del norte, lo caracterizaban. El respeto y la humildad por sobre todo. Estos tres adolecentes de 16, 19 y 15 años que estaban a su lado debieron volverse a su pueblo natal, por lo que este año no pudimos contar con su compañía. No puedo dejar hacer alusión del pueblo de estos tres chicos, cuyos nombres no recuerdo. El más grande nos contó la enorme travesía que debían atravesar para acercarse a alguna ciudad o zona urbana. Primero y principal, debían atravesar el río Pilcomayo, luego caminar durante dos días. De esos dos días, uno de ellos estaba destinado a la selva o bosque con frondosa vegetación, y por ultimo (y pido que nadie dude de esto que voy a contar) ¡debían atravesar dos kilómetros de “arenas movedizas”! Ni los más taquilleros directores de cine hollywoodenses podrían acercarse si quiera a lo que este muchacho nos contó con una naturalidad exasperante. Volviendo a Raúl, su historia es igual de interesante. Su vida comienza en Santa Cruz donde realizó el seminario. Estuvo allí unos diez años como cura y después fue enviado a La Palta durante otros siete años. Luego estuvo un tiempo en Neuquén y desde allí partió a Asunción, donde permaneció hasta el 2007, momento en el cual nos lo encontramos en Colonia. Él fue quien nos consiguió los materiales, los permisos legales y demás.

Geográficamente, La Primavera se encuentra en el medio de dos pueblos: Laguna Blanca y Laguna Naineck. La escuela de modalidad aborigen N°308 “Patricias Argentina” es el límite municipal. Hacia el norte, está concebida dentro de la jurisdicción de la Municipalidad de Laguna Blanca, mientras que hacia el sur, de la Municipalidad de Naineck. “Ven, ahí donde están parados es justo el límite entre Naineck y Laguna Blanca. Él está del lado de Laguna y yo en Naineck”, nos comentaba entre risas Marcelo, un toba que vivía al lado del colegio. El camino desde Clorinda hasta la Colonia, era de unos 60 kilómetros más o menos por la ruta 86. Y llegando al kilómetro 1341, una salida de tierra nos marca el sendero a seguir. Cualquiera de nosotros sería incapaz de ubicarse y encontrar salida exacta. Sólo aquellos que allí viven o que conozcan muy bien la zona podrían llegar con facilidad hasta el lugar donde se encuentra la Colonia. Una vez adentrados en los caminos de tierra, tuvimos que hacer entre 9 y 12 kilómetros aproximadamente para poder llegar a la Escuela 308 donde íbamos a parar toda la semana.
La colonia cuenta con dos escuelas separadas por 4 km. una de otra. La N°291 se acerca bastante a la imagen de una escuela rural estereotipada. Un edificio en medio del campo, cercado delante pero abierto atrás. El frente está rodeado por alambres, pero el patio trasero da a un inmenso descampado. Un mástil con la bandera argentina en medio del patio y formando un semicírculo, las aulas, el comedor y los baños. El semicírculo que se forma está compuesto por dos canchas de fútbol y detrás ellas, una extensión infinita de pastizales desiertos. Esta soledad de noche es un poco insegura ya que en la escuela no hay un casero que cuide la institución cuando los chicos se van. “A veces, a la mañana siguiente encontramos en el patio botellas de bebidas alcohólicas y otras cosas”, nos cuenta una maestra. Aulas no muy lujosas, escasamente equipadas, un comedor que muchas veces quedaba muy chico para el número de chicos que asisten diariamente. Y por el otro lado un aula recientemente inaugurada con computadoras de última tecnología. “Estas son de las buenas. Por suerte el gobierno se porta con nosotros”, nos aseguró el maestro de computación, el único capaz de manejarlas, en todo el colegio. Por último están los baños, a los cuales no me he animado a entrar. Por otro lado la escuela N°308, compone una burbuja dentro de toda la comunidad. Presenta una imagen impactante para toda persona que recorra la zona. Como traída de otro planeta. Toda pintada de amarilla, con techos nuevos, una iluminación envidiable. Esta obra se comenzó en el 2005 y terminó de construir a mediados del 2006. Lo gracioso es que es el día de hoy que la escuela todavía no ha sido inaugurada oficialmente, o al menos eso es lo que le dicen a ellos. “La biblioteca, la dirección, la cocina, las aulas todo está sin inaugurar. Lo que pasa es que la directora Leona pudo conseguir que los chicos estén en las aulas, porque sino seguían en los pasillos todavía.”, nos contaba Marcelo, que entre changa y changa nos venía visitar. En el 2005 cuando yo llegué por primera vez la escuela era un gran baldío, las clases se daban en el pasto, se cocinada en con unos leños a un costado y los baños estaban constituidos por dos letrinas. Ya al año siguiente al encontrar toda la escuela armada, nuestra sorpresa fue inmensa e incompleta a la vez. Los maestros debían dar clases en los pasillos ya que las recientes aulas no podían utilizarse, debido a que debían esperar que el gobernador las inaugurara en las próximas campañas electorales. El acto se hizo, pero hoy en día legalmente, figuran en proceso el trámite inauguración. Si bien ya pueden utilizar la mayoría de las instalaciones, algunos de esos lugares se encuentran en cerradas o vacías ya que no les permiten su pleno uso. En ambas escuelas funciona un comedor donde los chicos disfrutan de cuatro de las cinco comidas diarias.
-“No, es mucho esto que tenemos. Antes no teníamos nada, en comparación estamos mucho mejor.”
-“Sí Leona, pero usted sabe que hasta escuela le siguen faltando cosas. Por ejemplo una computadora. Todos saben que los chicos hoy en día necesitan una computadora. Además así nos podemos comunicar más fácilmente”, postula Raúl
Entre risas –“No, esto es mucho ya… es mucho”

El centro de la comunidad está determinado por Kammak (que significa lugar de encuentro), una bicicletería que permite el arreglo de la principal fuente de transporte de la zona: las bicicletas. En toda su extensión, Formosa está marcada por el gran consumo de bicicletas, luego les siguen las motos y por último los autos que so pertenencia de personas acomodadas económicamente. Cuando llegamos, nos encontramos en medio de una discusión bastante subida de tono.
-“Escúcheme señorita, yo no puedo caminar tanto para ir a donde usted me dice. Me van a sacar los 150 pesos. Yo ya no veo bien de este ojo, pero todavía sirvo. Puedo cortar, tallar, y todo eso. Yo ya no veo bien de este ojo peor todavía sirvo”
-“No don Julio, a usted nadie le va a sacar los 150 pesos. Yo sé lo que significan 150 pesos hoy en día. Yo tampoco gano una fortuna. ¿O a caso alguna vez que no haya podido venir a clases, le sacaron el dinero? Yo entiendo que ustedes tienen que hacer changas y que hay veces que no pueden venir. Y siempre le digo a los docentes que si faltan una vez por este motivo que no les pongan la inasistencia.”
-“Bueno. Porque vio, yo todavía sirvo. Este ojo me dejó de funcionar, pero puedo trabajar todavía.”
-“Estoy segura que sí don Julio. Estoy segura que sí… Bueno me voy porque me tengo que ir a la otra escuela”.
La directora de la Escuela para Adultos con Capacitación Laboral, nos comentó que ella había conseguido unas máquinas para poder trabajar mejor la madera, pero que iban a instalarlas en una escuela en Laguna Blanca. Hasta que no pudiera llevarla a Kammak, debían ir hasta allá para poder enseñarles a ellos como utilizarlas. “El tema es que acá hay mucha pobreza, bueno ustedes si hace tiempo que vienen ya se habrán dado cuenta de las necesidades que no pueden cumplir. Porque con 150 pesos no arreglás nada. Yo, que cobro aproximadamente 800 pesos por esto, hago malabares para llegar a fin de mes, imaginate ellos.”
Justo en la puerta, estaban tres delegados del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, el INTA, que nos informaron acerca de un nuevo filtro de agua que estaban intentando poner. “No es muy grande, pero sirve para limpiar el agua de algunas familias.” El problema del agua es uno de los más graves conflictos que sufre la Colonia. En sus 25km de extensión cuentan con sólo tres pozos en total. Uno en cada escuela y uno en Kammak. El otro problema que tienen respecto a este tema es la contaminación. Los camiones municipales traen el agua desde la Laguna Blanca, que baja por el río Potosí, que a su vez después de haber desembocado del Pilcomayo, pasa por una zona de minas, donde la contaminación que vierten sobre las aguas es enorme afectando directamente a la población. Por eso la necesidad de estos filtros. Aprovechamos para preguntarle acerca de la soja, ya que un chicho nos había contado algunas cosas. “Sí, ahora van volver con la soja. Ya estuvieron acá hace un tiempo y ahora van a volver a poner”. “¿Y vos que pensás del tema?”, le pregunté. “Bien, yo creo que está bien”. Los delegados del INTA que Aceitera General Deheza, propiedad del senador nacional oficialista Roberto Urquía, había comprado 20mil hectáreas en la zona para plantar soja y maíz. “La idea de ellos es plantar soja y maíz, pero fundamentalmente soja. Es más rentable. Nosotros hacemos lo que podemos, pero con grandes empresas como esta y encima el apoyo oficialista, no se puede.”

Entre tantas caminatas que hicimos, nos encontramos a Félix Díaz uno de los integrantes más importantes de la Comunidad Qom. Él nos pidió que cuando nos refiriésemos a ellos, los llamemos por su nombre “y no por el nombre que se pudo haber ocurrido a uno o dos guaraníes”. Ellos se hacen llamar a sí mismos qom que significa gente. Tobas es el nombre despectivo que le adjudicaron los guaraníes y que más tarde castellanizaron los pobladores. En esta ocasión nos contó acerca de las problemáticas jurídicas y legales que sufrían día a día. Acerca de la cantidad de trámites burocráticos que deben atravesar para poder trabajar la tierra. “Nosotros no nos creemos los dueños de la tierra como algunos dicen. Ella nos bendice con frutos y animales para poder vivir. La tierra no es nuestra, la tierra es de todos, y sólo queremos poder gozar de lo que ella tan amablemente nos brinda”. Además cabe recordar que la Colonia se encuentra atravesada por el límite entre la Municipalidad de Laguna Blanca y la de Naineck, por lo que el trámite es doble. “Ahora se nos mata con las leyes, antes era con armas, pero ahora con leyes”. Habló también de lo unida que se estaba volviendo la Comunidad, muchas veces separada. Y que estos distanciamientos nos son casuales, sino que la presencia de las cuatro iglesias (una católica y tres evangelistas) y sus “intenciones políticas de fondo” tienen mucho que ver. “La escuela, también influyó notoriamente en nuestras tradiciones. Las chicas cuando cumplían quince años, debían permanecer durante un tiempo con su madre. Y con nadie más. Debía mostrarle las cosas que tenía que hacer como madre, sus obligaciones. Por ejemplo, la comida medicinal. Y la madre decía cuando estaba lista para volver y armar una familia.” La política no se hizo a un lado, perjudico notablemente la fuerte figura del cacique, un valiente cazador y feroz guerrero que aconsejado por su consejero (de gran poder espiritual) tomaba las decisiones más acertadas para toda su colonia. Todos debían respetarla. Hoy “es un dispositivo de control del gobierno. Sin consejero ni nada. Sólo se maneja por el dinero”. También nos invitó a ir a una asamblea que habían organizado para discutir la derogación de las elecciones ganadas por Félix, que les permitía acceder a la personalidad jurídica, es decir, poder elevar proyectos de ley al Parlamento.
Luego de estar con los chicos durante la tarde, fuimos a la casa de José Antonio (primo de Marcelo), donde se realizo la asamblea. Había allí reunidos unas 70 personas aproximadamente, todas en un inmenso silencio. Félix nos presenta y le da la palabra a uno que estaba sentado y que hizo una revisión de lo que sabían hasta ahora y propuso mandar un acta firmada en repudio a la derogación de las elecciones. Hasta ese momento, habíamos podido entender tan solo algunas cosas de lo que decían, ya que hacían una mezcla entre el castellano y el toba al hablar. La justificación parecía estar en la ausencia de representante del gobierno formoseño durante las votaciones, cuando en realidad había dos. El aire de respeto, tranquilidad y paciencia me exasperaba. ¡Esos hombres estaban discutiendo si cortaban las rutas o no y ninguno levantaba el tono de voz! Si alguno se desesperaba un poco y “gritaba”, en seguida alguno le pedía que se calmara y se tranquilice. A un costado, las mujeres permanecían paradas en silencio a la espera de lo que los hombres decidieran. Un momento que jamás podré sacar de mi cabeza. El respeto por la palabra del otro, cuando tenemos para aprender, el valor que le dan a sus raíces, la unidad que están teniendo, el amor y cuidado que tienen por la tierra y todo lo que ella les brinda. Cuanto nos falta por aprender…

Entonces viene el pájaro (anunciante) cuyo nombre es crespín,
que canta a los frutos para que pronto maduren,
noche y día, noche y día.
Nunca duerme, no come, no bebe, no descansa
hasta donde llega su vida.
En esos tiempos descansa metiendo su espíritu en la tierra.
Porque ha cumplido con su deber de cantar a los frutos del árbol.
El pájaro está en algún lugar.
Él espera el siguiente año.
Y nuevamente aparece para cantar.
Él tiene su sufrimiento porque deja su alegría.
Porque comen las personas, los animales,
los animales que viven en el agua y los demás pájaros.
Les de su vida a los frutos de los árboles.
El canto del crespín hace que los frutos maduren.
“El crespín”

Tomar las valijas e irse

Antes de leer “Q`alota avauallegueye”, considero que hacen falta contar algunas cosas que rodean el texto, que no aparecen dentro del mismo y que considero que harán mucho más rico su lectura. A modo de análisis, se puede decir que todo lo allí escrito está atravesado íntegramente por el viaje que realice a Colonia La Primera (en la ciudad de Clorinda, Formosa). Es decir que para realizar un buen repaso por lo que fue la producción de este trabajo, no puedo dejar de mencionar todos los preparativos que debieron efectuarse para que todo saliera como nosotros queríamos, o por lo menos para que se acercara lo más posible a aquello que buscábamos. Por lo tanto, creo que por simple deducción es necesario dividir mi exposición en tres momentos claves que permitan su comprensión: pre-Clorinda, durante Clorinda y post-Clorinda.

Mucho más que simples valijas

Hay varios momentos en la preparación de un viaje. Primero decide irse de viaje concretamente, luego se determina el destino, mas tarde se eligen las actividades que se van a realizar en el este lugar, después se preparan las cosas que se van a llevar y por último se emprende la travesía. Haciendo una sincera recapitulación, nosotros faltando un mes para irnos no teníamos decidido si nos íbamos a ir de viaje o no. Las complicaciones eran cada vez mayores y las soluciones no se asomaban. La pregunta entonces es, ¿por qué tantos problemas en realizar un emprendimiento como este, si lo que prima fundamentalmente en este tipo de casos es la voluntad de las personas que deciden ir? No es una pregunta muy sencilla de contestar. En realidad es bastante complejo, pero voy a tratar de ser lo más breve posible, porque yo tampoco termine de entender del todo el por qué de tantos problemas para irnos
Este proyecto estaba encabezado por una institución religiosa, por el Colegio San Francisco de Sales, y se llevó a cabo durante cuatro años. Yo ingresé en el segundo año de experiencia. “El proyecto consistía en viajar una semana a Formosa para que los alumnos del colegio y aquellos que participan de alguna otra actividad que colegio encabezaba tuvieran la oportunidad de conocer otra realidad diferente de la que estaban acostumbrados, y pudieran así, utópicamente, salir de la burbuja en que cada uno vivía.” Simplemente les contaré cómo funcionaba sin omitir ningún juicio de opinión, porque considero que este no es el espacio apropiado. La estadía se dividía en seis paradisiacos lugares: La escuela de km. 4, El barrio toba, El hogar Benito y las islas Pando y Buey Muerto. Y los chicos elegían a donde pasarían su semana de vacaciones ayudando a quienes no podían vivir solos y necesitaban la presencia de este grupo de alumnos de Capital. Por cuestiones de fácil deducción, el proyecto luego de cuatro años no pudo sostenerse más. Las donaciones no llegaron y los costos se hicieron imposibles de solventar. Pero lo más determinante fue la rotunda ausencia del grupo de gente que iba al Barrio toba (de la cual formaba parte), que por disconformidad en el planteamiento de la propuesta, decidió hacerse a un lado. Todo esto generó que por orden del Padre Superior (quien siempre permanecía en su cuarto piso, excepto cuando se hacían donaciones de dinero y comida, momentos en los que bajaba a la planta baja a mostrarse como representante del proyecto y recibir aquello que se nos mandaba) la propuesta se disolviera.
Para ese entonces nuestro compromiso era tan grande que a ninguno de nosotros se nos pasó por la cabeza dejar de ir a Colonia La Primavera. Además como ya mencione, hace tiempo que estábamos disconformes con lo que se proponía y siempre pensamos en abrirnos y viajar por nuestra propia cuenta. Esta era nuestra oportunidad de mostrarnos a nosotros mismos que podíamos organizar algo y encarar el trabajo allá sin ninguna figura eclesiástica que nos dijera qué hacer y a donde ir. Parecía todo muy sencillo, pero a medida que nos acercábamos a la fecha, las complicaciones se acrecentaban y nuestra presencia en tierras formoseñas sonaba más a utopía que a realidad. Los contactos con la gente que allí conocíamos no se podían concretar, no recibíamos muchas respuestas claras y por si esto fuera poco, acá en capital cada vez más eran los que se bajaban y daban un pie al costado; a tal punto que terminamos siendo cuatro las personas que íbamos a viajar. Un amigo, una amiga con su padre y yo. Esto si bien nos permitió conseguir fácilmente un lugar donde dormir, hacía mucho más difícil una enormidad de cuestiones, que al final repercutieron en el trabajo que allí realizamos.
Pero la suerte cambió y faltando una semana, por un gran esfuerzo de personas como el Padre Raúl, la directora de la escuela 308 de la Municipalidad de Laguna Blanca, que nos brindaron más comodidades de las que esperábamos, teníamos todo resuelto, sólo faltaba subirnos al micro y partir

Colonia La Primavera

Lo único que importaba ahora era sentarme en el asiento el micro que me correspondía y disfrutar de las próximas dieciocho horas que tenía por delante. Pero nada de todo eso mi importaba, lo único que sabía es que por fin, nos disponíamos a ir de en busca, de una buena vez de aquello que buscábamos. Y finalmente cuando el chofer arrancó, no pude más que sentirme orgulloso y feliz de nosotros mismos.
Como dije una larga distancia temporal y espacial nos separaban de nuestro destino. El único remedio ante semejante complicación era la lectura y teniendo en cuenta mi idea de poder documentar por esto escrito esto que estaba por vivir, decidí traer conmigo algunos textos que me recomendó mi profesora de taller. Cuán acertada estaba al encomendarme autores como Caparrós, Walsh, Juan José Saer, que me ayudaron a romper el esquema arcaico que tenía acerca de una crónica y me permitieron encarar mi proyecto desde otro lado.
Una vez allá, paramos en la Escuela 308 “Patricias Argentinas”, donde principalmente estuvimos toda la semana. Todavía no he contado que es lo que hacemos allí en particular y creo que este es el momento adecuado para hacerlo. Nosotros adoptamos una postura lúdica, recreativa. Si, vamos y jugamos con chicos. Ahora, muchos dirán “¿eso de qué sirve?”, “es sólo una vez en el año y después no los ven más, ni ellos a ustedes ni ustedes a ellos”, “al final lo único que hacen es jugar y nada más. Allá la gente necesita otra cosa”. Bueno, yo les puedo asegurar que sí influye en sus pequeñitas vidas…y mucho. Consideramos la importancia de brindar un espacio para que los chicos desarrollen su lado recreativo, físico y artístico, ya que el colegio y la realidad que les toca vivir no se los brinda. Pero ahora el tema es ¿cómo repercute esto en su cultura? Nosotros trabajamos con cuentos tradicionales de ellos, siendo siempre muy respetuosos con todo el bagaje cultural con que vienen. En un trabajo en conjunto con Félix, un aborigen de la zona, mantenemos costumbres, historias y creencias, amoldando nuestras actividades. También tratamos de hacer una concientización de sus derechos (siempre desde lado del juego). Volviendo al cuestionamiento del poco tiempo que allí estamos debo contar una anécdota de este año, en la que uno de los chicos cundo nos disponíamos a hacer una obra de títeres, nos pidió si podíamos representar la del año pasado que hablaba del carancho (personaje de gran importancia en su cultura) que tanto le gustaba.
Por otro lado, tratamos de hacer un recorrido por la colonia para poder escuchar las historias de vida de cada individuo. Historias que muchas veces aterran, otras entristecen, muchas generan sentimientos de impotencia, pero también las hay aquellas que acarrean un sinfín de risas. Como me había propuesto, me encaminé a reportar todo lo que veía y escuchaba. Actividad que tuvo una gran dificultad, a causa de mi falta de entrenamiento.
Pasada la semana vuelta se volvió mucho más difícil de lo que parecía en un principio. Pero nos quedamos muy tranquilos sabiendo que a pesar de no ser muchos, pudimos sobrellevar la carga, y desenvolvernos bastante bien frente a las diferentes complicaciones que surgieron. Una vez más volvíamos a nuestras casas.

¿Cómo hago ahora?

Una vez de vuelta, me dispuse a sentarme y escribir sin mucho sentido, sin muchas exigencias, simplemente lo que saliera. Poco a poco (ya estando cerca de la fecha de entrega del trabajo) empecé a darle forma a todo ese revoltijo de fragmentos sueltos y bastante incoherentes, hasta escribir una la primera parte de mi crónica. Tres días más tarde, habiendo ya fijado mi objetivo en la culminación del trabajo, releo lo escrito y me doy cuenta que poco se acercaba eso a lo que yo realmente buscaba y en un ataque de furia, impotencia arrojé el texto a la basura, como si decidiera abandonar esta visión simplista que tenía y de a partir de ese momento me comprometiera a hacer algo más elaborad y adecuado a lo que la comunidad Toba merecía.
Con este nuevo giro, me planteé tomar a una de las personas que más habían marcado, y contar su vida, haciendo un paralelo con mi llegada. Pero luego pensé que yo no era quién como para adoptar la personalidad de este aborigen y hacer de su historia un simple y corto relato. Considero que sería siempre incompleto y en muchas partes banal. Esto tampoco me cierra las puertas a una futura reconstrucción de este personaje y su historia, simplemente entiendo que este no es el espacio ni el momento adecuado.
El problema es entonces, qué escribo ahora, cómo y desde qué visión. Para lo que me permití la reescritura de la crónica, pero esta vez siendo más explícito y detallado, respetando a ellos como cultura, pero principalmente como seres humanos. La ayuda de algunos libros propios y otros prestados me acercaron cada vez a esta magnífica cultura y a que pudiera reconstruir el viaje de la mejor forma. No sé muy bien del todo si este es el mejor espacio como para denunciar las injusticias allí cometidas, por lo que traté de ser lo más exigente posible en este punto. Les pido que sepan disculparme si no he cumplido con mi palabra, sé por momentos la indignación se apoderó de mí y no pude contenerla.

Tomen esto como una pequeña aclaración (muy corta para escribir cuento sobre ella y muy larga como para ser una nota al pie de página) que les va permitir comprender un poco mejor por qué escribí lo que escribí.

lunes, 18 de agosto de 2008

Te invito a reflexionar

Ficha técnica

Título: RÍO ARRIBA
Dirección: Ulises de la Orden
País: Argentina
Año: 2005
Duración: 72 min.
Género: Documental
Guión: Miguel Pérez, Ulises de la Orden, Paz Encima, Germán Cantore
Web: www.rioarriba.com.ar
Productora: INCAA, Polo Sur Films, Universidad del Cine
Fotografía: Lucio Bonelli
Montaje: Germán Cantore
Música: Ricardo Vilca
Productor: Juan de la Orden, Manuela Willimburgh, Ulises de la Orden


Reseña

Al mejor estilo Gastón Pauls, Ulises de la Orden nos trae aquí documental basado en la historia de un pueblo Kolla que desde la instauración del Ingenio San Isidro, los aborígenes que allí vivían, se vieron obligados a vender su fuerza de trabajo para que les permitan vivir en esas tierras, que desde un principio les pertenecían. Ulises parte del recuerdo de su abuelo, primero peón, pero que luego de unos años llegó convertirse en el dueño de este ingenio azucarero.
El film se va narrando desde el presente, hacia el pasado. A medida que va descubriendo más sobre la vida de su abuelo, se va dando cuenta que de a poco esa imagen inconmensurable que tenía desde un principio se iba borrando poco a poco. Parte del presente estado del Ingenio, cuyo actual dueño le cuenta como las nuevas tecnologías fueron suplantando a los trabajadores. Rescata también el recuerdo de un grupo de ancianos de la zona, que le cuentan un poco sobre como era el trabajo que realizaban los aborígenes y como estos se manejaban.
En su búsqueda por reconstruir la historia, se dirige a Iruya, ciudad que albergaba a esta comunidad Kolla. En el camino se encuentra a un hombre llamado Bernabé que lo va a guiar en el pueblo. Una vez allí descubre que la realidad fue y es peor de lo que le habían contado. El tío de Bernabé, se presta al diálogo y muy amablemente hace algunas menciones sobre su antiguo trabajo en el Ingenio San Isidro. “Al lado del río (donde cortaban las cañas) la gente muchas veces…la gente desaparecía.” Por si esto fuera poco, “En la fábrica moría más gente, sin reclamo”. “No sé si es verdad, pero se decía que el Patrón Costas mandaba a matar gente.” Allí en Iruya, Ulises descubre las causas de por qué los Kolla se volvieron mano de obra esclava (y que todavía no han dejado de serlo). Al no tener el título de sus tierras (tierras que les pertenecen, sin necesidad de título alguno que lo especifique), el terrateniente les cobraba arrienda por vivir y cultivar allí. Para pagar ese capricho, debían ir a las zafras, abandonando las “terrazas”, su principal técnica de cultivo, que pasaron a ser sólo un atractivo turístico. Por otro lado, también los comerciantes los endeudaban, vendiéndoles productos a precios impagables. Para salvar esa deuda, debían trabaja r en el Ingenio. Hoy todavía no logran conseguir el título de sus tierras que el permitan autoabastecerse y siguen aún sumisos a la explotación terrateniente.
Es muy difícil hacer un análisis sobre la película en su totalidad. Debo reconocer que, si bien la trama te atrapaba, el ritmo no lograba adecuarse a las necesidades del film, y por momentos el nivel de atención decaía notablemente. Un tanto pausado, lento un tono voz bajo y constante.
Pero ya en el plano de análisis de la problemática, es muy positivo que el INCAA promueva y solvente este tipo de proyectos que invitan a la reflexión. Que logra ofrecernos un espacio para pensar frente al avasallamiento de la lógica comercial sobre la industria cultural, que grandes estragos está haciendo.
Una vez que el film termina, las sensaciones que quedan son varias. Por un lado nostalgia y tristeza por la situación que se está viviendo ya la injusticia que sufren estas personas, y por el otro, impotencia, bronca por saber que esa realidad existe y que uno no hace lo suficiente para cambiarla. El tema está entonces cómo canalizar ese bagaje de sentimientos. Es importante fomentar este tipo de espacios donde la reflexión se hace presente, y saber que esta otra realidad existe, por más que no la veamos cara a cara, y que por si sola no se va a resolver, por lo que no podemos quedarnos de brazos cruzados.

Sin vuelta atrás

Por fin llegamos, después de largas horas de viaje en micro, aquí estamos. Formosa. ¡Qué hermosa que sos! Pero esta vez, no son tus ríos, arroyos o lagos, ni tus parques, selvas o praderas. No, nada de eso me trajo hasta aquí. Un pueblito muy chiquito, bien al norte es lo me tiene sobre tus tierras. Ni siquiera la gran Clorinda, que por la zona se encuentra. “Colonia La Primavera” o “Nainek” como verdaderamente la denominaron los primeros integrantes de la Comunidad Toba que allí se asienta. Pero tampoco es la zona geográfica en sí lo que me moviliza, sino, la gente que en ella habita. Algunos ignorantes, después de quinientos años, todavía se atreven a llamarlos “indios”. ¡Qué ingenuos! ¡Qué ingratos! Allí en Nainek vive una comunidad aborigen toba, desde el origen de todos los tiempos, cuando “el Hombre y la Pachamama eran uno sólo” (así suelen contarme). Son ellos los que año tras año me “obligan” a visitar estas tierras.
El camino es de tierra y el sol pega fuerte. Pero nada de eso impide nuestro asentamiento en la “Escuela 308”, donde realizamos anualmente nuestras actividades. La directora nos recibe con una cálida bienvenida y nos dice que ya es un poco tarde y que recién mañana los chicos vendrán a la escuela. Para que se entienda un poco mejor, es necesario que haga una aclaración: este viaje tiene como objetivo principal el trabajo con los chicos, principalmente el juego con ellos. Poder devolverle, en esta pequeñísima y escasa semana, un poco de la infancia que les fue robada. Nosotros no venimos a traerles ni juguetes, ni ropa ni nada. Alguno que otro podrá decir esto que hacemos es completamente insignificante, ya que las necesidades son primordialmente materiales Pero nosotros estamos convencidos, que suficiente han tenido ya con los punteros políticos, que tanto los han humillado y manoseado. Lo nuestro es otra cosa. Es el trabajo y el encuentro personal, cara a cara, sin “canasta familiares” o “planes de familia” de por medio.
Al día siguiente, como bien nos advirtió la directora, los chicos llegaron temprano al colegio. Su sorpresa al vernos es enorme. Especialmente por nuestras narices de payasos, y caras pintarrajeadas. Una sonrisa ilumina sus caras. ¡Cómo extrañaba esas caritas! ¡Y qué grandes que estaban algunos! Una vez más volví a descubrirme en sus miradas, en su pelo, en sus manitas y en sus sonrisas. Cómo olvidarlos, si son ellos los que han marcado mi vida para siempre. Otra vez estaba en el lugar en el que debía estar, del cual nunca debí haberme ido.
Comenzamos con canciones, como era habitual. Mi sorpresa es enorme, ¡algunos chicos todavía las recordaban! “El gusanito”, “la casita”, “la china”. Y con el pasar del tiempo y de los cantos, los más tímidos se van soltando, y los más grandes empiezan a ayudarnos en le animación de la ronda. De repente, un o de los animadores invita a todos a que cantáramos la “canción del pollo”. Entonces, algo mágico sucede: los chicos empiezan a cantarla en toba. Todos juntos y al sonido unificado de una sola voz, se les escucha decir “…Olega, olega, olega ole olchié. Olega ole chiá. Olega ole…”. Nuestro asombro es incalculable. Me cuesta poder expresar con palabras esto que está pasando. Lo que si puedo decir, es que estoy en condiciones de afirmar que mis sentimientos se asemejan mucho a aquello que se conoce como felicidad. ¡Ya está! Objetivo más que cumplido. Pudimos dejar ese recuerdo, ese mensaje en sus corazoncitos. Así se debe haber sentido el principito al saber que se había ganado el corazón del zorro que nunca iba a volver a ver.
Los días van pasando y las sorpresas siguen llegando. A través de una “mancha” de una “carrera”, de una “soga” encontramos un canal que compartimos íntegramente y por el cual la comunicación logra ser pura. Es el anteúltimo día y Félix nos invitó a pasar el día a su casa. Jamás dejo de asombrarme con este hombre. Su paz, su fuerza, su sencillez, su pobreza y su grandeza a la vez. Nos cuenta mil y una historias de vida, de cómo están siendo explotados, y del trabajo constante que está realizando. ¿Cómo hace un hombre para seguir habiéndosele muerto un hijo en brazos por tuberculosis, una enfermada que hoy en día es fácilmente tratable? ¿De dónde saca la fuerza este hombre? ¿Y qué hago yo ahora? Estas y muchas otras preguntas rondan en mi cabeza sin encontrar respuesta alguna.
Es sábado. Y si. El momento tenía que llegar, tarde o temprano esto iba a pasar. Es necesario emprender el regreso a nuestras casas. ¡Qué chica que queda una semana dentro del año! Esto nos pasa una y otra vez. Los deseos de quedarnos son inmensos pero, a la vez no podemos abandonar todo lo que tenemos en nuestros hogares así como así. Pero tampoco creo que sea tan necesario volver. Finalmente me dejo llevar por mis coordinadores y emprendo, otra vez la angustiosa vuelta.
No sé qué me depara el futuro, qué es lo que vendrá o si estaré listo o no a enfrentarlo. Sólo se que este viaje no es un viajesucho cualquiera, en el que el “contacto con otras culturas” es el factor predominante. No. Esto es otra cosa. Es un cambio radical. Nunca voy a volver a ser el mismo. Una semana, nada más ni nada menos. Sé que es poco tiempo, insignificante tal vez. Pero también sé que esa semana, ha cambiado mi vida para siempre.

El héroe de las mil caras

Así Joseph Campbell titula su libro en le cual realiza un análisis, un tanto psicoanalítico, del mito. Hace mención a un número de generalidades sobre el tema. Los componentes del mito, el modo de interpretación, el modo de apreciación, “normas y reglas básicas”, etc. De manera significativa y saliente, podemos rescatar al menos dos reflexiones primordiales: el héroe mitológico y modo de análisis que hay que tener sobre ellos.
Haciendo referencia a este heroico protagonista, podemos extraer algunos puntos interesantes. Campbell afirma que la aventura mitológica de este personaje se reduce a tres grandes momentos: la separación, la iniciación y el retorno. Formando una fórmula universal, presente en toda obra. Tomando los cuentos religiosos como parámetro, afirma que el héroe parte de una tierra conocida, cercana. Generalmente inicia sus aventuras en su tierra de origen, o bien, en lugares que le son familiar. Luego, un acontecimiento maravilloso ocurre y se lo encomienda a realizar un viaje hacia lo desconocido, lo lejano y lo peligroso. Un viaje que lo separa de su cotidianeidad, que lo lleva por caminos sinuosos e ignotos. Debe dirigirse hacia un escenario totalmente opuesto al cual estaba acostumbrado, donde está obligado a superar peligrosísimas pruebas que pondrán su vida en peligro en más de una ocasión. Una vez alcanzado el objetivo nuestro héroe vuelve victorioso y airoso a la comodidad de su casa, donde es recibido como salvador. Así logra reinsertarse en la sociedad y continuar con su vida normal hasta que se le presente una nueva aventura que emprender.
Por otro lado, debemos hablar sobre el modo de análisis del mito. Según Joseph Cambell, debe dejarse de lado la interpretación científica. Es decir, debemos dejarnos llevar por la magia, los misterios, los acontecimientos sorprendentes e inimaginables, dejando de inspeccionarlos con una lógica científica que no contribuye en nuestra interpretación. Es necesario, comprender que el mito debe contemplarse como huella del pasado, sin buscar adaptaciones a nuestra realidad temporal. Deben ser tratados con la seriedad que se merecen, sin caer en clásicos que prejuicios que ponen a los mitos como meros cuentos infantiles. Ya lo mencionaba Aristóteles en sus reflexiones sobre el teatro griego: no se trata de obras sencillas que sólo buscan el entretenimiento de la audiencia, sino que se habla de comedias, de tragedias, en donde el entretenimiento pasa a segundo plano, y la transmisión de valores morales pasan a ocupar en plano principal de las obras.
Considero que estos puntos son de vital importancia para comprender, estudiar y apreciar un buen cuento mitológico. Las barreras a superar en la interpretación y el conocimiento del héroe, protagonista de innumerables aventuras. Estas reflexiones pueden apreciarse en distintos tipos de obras literarias: cuentos maravillosos, tradicionales o leyendas. Por lo que no se ajustan solo a los mitos sino también a todo este tipo de géneros. Radica ahí la prioridad que le otorgo a estas dos cuestiones, hechas originariamente por el locuaz Jospeh Campbell.

Tesis sobre el cuento

Ricardo Piglia realiza una breve reflexión sobre algunos puntos relacionados con el cuento. Propone dos tesis con las que va trabajar a lo largo de todo su análisis.
Un cuento siempre cuenta dos historias. Muy a pesar de las apariencias, el cuento narra siempre dos historias que se complementan y que permiten darle forma al hilo conductor. La primera, es la que se cuenta en primer plano. Mientas que la segunda, es la que se construye en secreto. Cada una, trata su historia de manera particular y distinto de la otra. Y es el cruce entre ambas, como ya mencionamos, el fundamento de su constitución, lo que determina la totalidad de la narración en sí. Esto no se refiere a un sentido oculto librado a la interpretación libre, sino que el enigma que se crea es puramente funcional a la narración cifrada. Se trata de un relato que encierra otro relato secreto.
La historia secreta es la clave de la forma del cuento y sus variantes. Esta historia secreta se construye con lo no-dicho, con lo sobrentendido y la alusión, y es a su vez la que determina la forma al cuento. Refiere a la “Teoría del iceberg” de Ernest Hemingway para explicar que el significado total de un texto no se limita al argumento principal, sino que siempre hay una red de asociaciones e inferencias sumergidas, que son la llave para comprender el cuento.
Luego, tres cuentos parecieran ilustrar la teoría de Piglia. “Cuento de marineros” de Chejov, “La forma de la espalda” de Borges y “¿Porqué no bailan?” de Carver. Si se me permite quisiera agregar que entre los tres, el cuento del argentino sobresale por sobre los otros. La manera con que juega con el enigma, que pareciera que nunca se va a resolver, pero que al final de relato encuentra solución. Piglia hace un análisis sobre Borges que bien se releja en el texto de este escritor. La relevancia que se le otorga a las dos historias que se encuentran dentro del cuento principal, logra verse con claridad en “La forma de la espalda”, donde ambas historias terminan complementándose y cerrando una exquisita historia.

Los Mares del Sur

Primero que todo debo, reconocer que este poema despertó en mí un enorme mezcla de sentimientos, por lo tanto cualquier nota, análisis o reflexión que pueda llegar a realizar, va estar marcado por una línea absolutamente subjetiva y sentimentalista.
Pavese narra el encuentro entre un hombre de pueblo, que vivía en Turín, y su primo, un trotamundo que actualmente estaba asentado en su pueblo natal. En el poema se cuenta principalmente la vida y los viajes de este primo, que tanto ha llamado mi atención.
Este viajero está caracterizado como un explorador. Un hombre libre en busca de aventuras, y con afán de libertad, que nunca iba a poder encontrar en el pequeño pueblo, en el que había nacido. Seguramente su destino estaba en la herrería, la carpintería, el trabajo de la tierra, o algún otro trabajo pueblerino. No conforme con esto, sale en búsqueda de otra cosa. En búsqueda de tierras lejanas, de pueblos desconocidas, de mares aún no descubiertos. Invadido por un deseo de conocer el mundo, deja su pueblo y emprende su viaje por mar. Viaje que iba a durar veinte largos años.
Durante este tiempo, en tierra firme, sus familiares, nunca pudieron perdonarle ese desprecio por lo que ellos le ofrecían. “¿Qué ingrato, acaso el pueblo no era lo suficientemente bueno para él?”. Jamás mostraron algún gesto de apoyo o de confianza. De hecho, muchos, lo daban por muerto. La idea de regreso de este primo descarrilado era impensada, inclusive para el más comprensivo y piadoso de todos.
Pero un día, al finalizar la guerra, volvió, y su regreso no fue un acontecimiento menor. Airoso, y triunfante, estaba otra vez en casa. Nunca había podido olvidar su pequeño pueblo. Siempre tuvo presente la idea de estar con su familia. Y ahí estaba. Pero los rumores no dejaba de acecharlo y por lo bajo los parientes comentaban “En un año, a lo sumo, lo despilfarra todo y vuelve a irse. Así mueren los desesperados”. A pesar de muchos, logró reinstalarse y hasta se casó.
Por último, me atrevo a decir que en su interior sigue guardado ese deseo desenfrenado de viajar por Mares del Sur. La razón de su regreso, no he podido comprenderla del todo, pero se que estoy en condiciones de afirmar que su corazón no pertenece a tierra firme.

Lección de fotografía

“PALAISE DE GLACE”, un cartel inmenso orientó mi despistada y desconcertada búsqueda de algo distinto, de algo que me renovara. Había leído en el diario de la fecha sobre una muestra fotográfica que allí se realizaba. Decidí entrar. Una mujer vestida de pantalón negro y de campera bordeaux que tenía grabada la palabra “SEGURIDAD”, me invita a pasar, a que deje mi enorme y sospechosa mochila en el vestidor y me indica exactamente donde se encontraba la muestra. El primer piso.
Subí las escaleras y llegué. Un inmenso salón se hallaba frente a mis ojos. En el medio, un balcón que daba a otra exhibición en la planta baja del edificio, y a su alrededor, sobre las paredes, un sinfín de fotos ordenadas toas de manera bastante simétrica: columna – foto grande – columna - foto chica – columna - foto grande – columna - foto chica, y así sucesivamente.
Una música armoniosa de fondo, mostraba la pasividad y tranquilidad de la muestra. No así ocurría con las fotografías. Cada una de ellas tenía una vigorosidad, una fuerza realmente impresionante. Sus colores, o la falta de ellos, sus tamaños, sus marcos, o su ausencia (porque no es lo mismo un marco de color negro o uno de color blanco, uno de madera, que uno de metal, o uno con vidrio que cubra la foto que otro sin él), sus representaciones, sus historias, si vida. Todos y cada uno dignos de admiración, a pesar que mi conocimiento sobre el tema sea la misma que la de un niño sobre las composiciones anatómicas sobre los elementos.
La gente, por más escasa que era, se movían de un lado para el otro, haciendo notar su presencia. Algunos caminaban bastante rápido, como si algo los apurase, sin detenerse en observar la historia particular de cada fotografía. Incapaces de ver más allá solo podían quedarse con lo superfluo, lo meramente estético. Mientras que otros, se pasaban largos minutos frente a una sola foto, inspeccionándola minuciosamente, como si detrás de ella existiera un mundo al cual jamás podría acceder y cuya única forma de acercarse a esa otra dimensión es a través de la fotografía. Por último un guardia que recorría toda la exposición y que particularmente seguía mis pasos y con frecuencia me lo encontraba detrás de mi espalda. No quise indagar el motivo de su constante persecución hacia mi persona y seguí en mi camino.
Caminé, caminé y caminé. Una y otra vez miraba las fotografías buscando algo que llamara significativamente mi atención. Y entonces la vi. Una fotografía de Yanina M. García que no tenía título, pero que aclaraba que era de la colección “Familia”. Una familia entera durmiendo al lado de la pileta en lo que daba a entender que era su country. Ah, por poco me olvidaba, la foto era de 1997. Y fue ahí cuando lo comprendí todo. Era el mero reflejo de la clase media argentina durante la década de los noventa, mostrado en esta familia tirada en las comodidades de su casa-quinta. Como todos gozaban y dormían en las ventajas que esa época les otorgaba mientras la economía argentina, más bien el país entero se iba a pique.
Habiendo encontrado la fotografía más expresiva de todas, y ya cansado de jugar al crítico de imagen me dirigía la salida, donde la mujer de la campera de SEGURIDAD me devolvió mi mochila y me abrió la puerta muy amablemente, con una enorme sonrisa.

Estar allí

En este texto, el famoso antropólogo interpretativista Clifford Gertz menciona alguna de sus principales premisas sobre su revolucionario método llamado “Descripción Densa”. Específicamente hace hincapié en el tipo de trabajo etnográfico que el antropólogo debe realizar y cómo este debe volcarlo en sus escritos.
Este nuevo método de Gertz revolucionó el modo de encarar una investigación en este campo. Le otorgó al nativo a estudiar un papel trascendental a la hora de realizar conjeturas y explicaciones sobre la comunidad analizada. El antropólogo parte de la observación de lo a él le resulta extraño, que a su vez es cotidiano para los demás habitantes. Luego se entrevista con hombres y mujeres de esta sociedad. Y por último, en un trabajo de recopilación, une las respuestas obtenida de los nativos con las conclusiones que él mismo pudo realizar. Así, a través de la Descripción Densa, se puede obtener como producto final, el trabajo más representativo posible de lo que se está estudiando, dándole la importancia que se merece a las significaciones, las tradiciones, las representaciones, etc. Es a través de esta metodología en la cual el científico o lector logra acercarse lo más posible a esta sociedad “remota”, “lejana” y “primitiva”.
En “Estar allí”, Clifford Gertz, le otorga especial importancia a la presencia del científico en el ámbito en el cuál desea estudiar. Lo relevante de un estudio etnográfico es el análisis de la comunidad en si, en su totalidad, y al individuo inserto en ella. Por lo tanto, la presencia del etnógrafo en el territorio donde se desenvuelve cotidianamente nuestro objeto de estudio. A su vez, hace una dura crítica a la Antropología Enciclopedista argumentando que no se puede vagar por las bibliotecas reflexionando sobre cuestiones literarias y descontextualizadas, sino que hace falta una observación presencial. Según Gertz, el antropólogo, en sus textos debe convencer a sus lectores que estuvo en el lugar de estudio. Que no se tarta de simples relatos de un mercader o de algún viajero que ha logrado conocer esas tierras lejanas y con los que cualquier antropólogo evolucionista hubiese tomado para armar sus teorías. Sino que la instancia principal del estudio etnográfico es el “estar allí”.

17 monos

¿Qué otro nombre adjudicarle a este grupo de músicos que con tan sólo señas, gestos y miradas logran generara con sus tambores un sonido capaz de hacer bailar a cualquiera que logre escucharlos? Su nombre es La bomba de Tiempo y tocan todos los lunes a las 19:00 horas en la Ciudad Cultural Konex. Por fortuna, tuve el grato agrado de poder conocerlos y escucharlos en vivo.
Había escuchado hablar de ellos por un amigo que ya los conocía y me recomendó, me obligó podría decirse a que fuera a verlos. Al siguiente lunes, siguiendo con la “imposición” de mi allegado, me dirigí a Sarmiento 3131, donde una “K” enorme me recibía indicando que había llegado a destino. A un costado, bastante más chica que la letra, un afiche decía “la BOMBA de Tiempo. El trance del ritmo en estado puro”. Y ahora sí, las ganas por ver a esta tan enigmática como aclamada banda se despertaban en mí, generando c que mi piel se erizara, símbolo del nerviosismo y la impaciencia que me invadía.
A las 19:10 horas me encontraba en el patio central de la Ciudad Cultural Konex. Una gran escalera se ubicaba en el centro del patio. Sorprendentemente, no había ningún cable, micrófono o parlante, que indicara el lugar del escenario. Pareciera como si nada extraño fuese a suceder en esa tarde. Empecé a impacientarme y pregunté si estaba en lugar correcto. Una chica sonriendo me respondió que pronto estaba por comenzar el show, pero que ellos acostumbraban a empezar el recital más tarde de lo citado. Todos estaban muy tranquilos charlando y disfrutando de la tarde.
De a poco el patio se fue llenando de gente, hasta que el lugar estaba repleto de personajes de toda índole. Altos y bajos, flacos y gordos, rubios y morochos, de traje y casuales. Un hermoso y sorprendente mestizaje abundaba. La noche empezaba a asomarse, estos muchachos no aparecían por ningún lado y yo que no sabía para donde mirar ya que seguía sin descubrir para donde quedaba el escenario.
Entonces, una ovación. Aplausos, gritos y cantos recibieron a la banda. Finalmente pude encontrar el lugar desde donde nos deleitarían con su música: la escalera central. La ancha y larga escalera que no conducía a ningún lado, cobijaba a los músicos listos para empezar. Dieciséis hombres se pararon con sus bombos de cara al público, formando un semicírculo. El restante, se posicionó dándonos la espalda, en el medio de ese semicírculo, es decir, mirando a sus compañeros. Y, tras un movimiento de este individuo, la música comenzó a brotar. Más tarde pude averiguar que este hombre de espaldas era Santiago Vázquez, quien coordinaba la banda.
Candombe, milonga, merengue y un sinfín de ritmos musicales salían de esos bombos. Le escuché decir por ahí a un entendido del tema, que cada uno de estos once integrantes contaba con un instrumento distinto. Nombres completamente raros y desconocidos para mí. “Guiro”,”Tambor repique”, “Tambor chico”, “Djembé”, “Bombo legüero” y muchos otros instrumentos que no pude descifrar. A pesar de la enorme variedad Santiago Vázquez lograba combinarlos todos para obtener un verdadero y perfecto sonido. A lo largo del show todos iban cambiando de instrumentos, algo que me llamó mucho la atención, ya que dominaban cada tambor, cada guiro, cada bombo con una facilidad digna de admiración.
Mi alegría, sorpresa y gratitud (hacía mi amigo que logró convencerme para que estuviera allí disfrutando de esta increíble fiesta) fueron inmensos y no podía sentirme más complacido. Luego de dos horas, el recital cerró con último abrazo entre ellos, signo del goce que sentían cada vez que ellos hacían esto.
Humildemente debo darle la razón a mi compadre que me había advertido sobre la magia, a vigorosidad y la fuerza del show que boquiabierto me ha dejado. Al ver ese cartel en la entrada, no entendí del todo a qué hacía referencia. Pero ahora, ya terminado el recital, puedo reafirmar que la Bomba de Tiempo es capaz de enseñarle a la música “el trance del ritmo en estado puro”.

Volviendo a las raíces

Subte. Línea D, estación “Plaza Italia”, 2:20 de la tarde. Subí las escaleras. Apenas logré asomar mis ojos por los barrotes de la boca de subte, un cartel inmenso decía: “Bienvenidos a la 34ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires”. Una vez más, me encontraba en el lugar de donde nunca debí haberme ido. La Rural, casi en su totalidad, era sede de este enorme acontecimiento
Como estudiante universitario, puedo acceder a la entrada de manera libre y gratuita. Una vez el hecho el canje, me acerqué a la puerta donde un señor de traje, muy elegante, controlaba que todos tuvieran sus entradas. Revisó la mía y haciéndome un gesto con su cabeza pude por fin, ingresar a la Feria. En la puerta, una alfombra roja me recibía como si yo fuese toda una celebridad. Como si el lector, al mejor estilo holiwoodense, fuese estrella y protagonista de esta 34ª edición.
Con la idea de caminar casi toda la tarde, traté de ir con el menor peso posible en mi mochila, pero algo era infaltable: el “librito” con la guía actividades que se realizaban a lo largo de toda la jornada, el Programa General. No sólo se llevaba a cabo la muestra y venta de libros de cada editorial, sino que también, un sinfín de actividades recreativas le daba color a esta nueva edición. Para mi sorpresa, en un apartado de este “librito”, leí algo que llamó notablemente mi atención: “Demográficamente, la feria cuenta con una superficie total de 45.000 metros cuadrados, distribuidos entre seis pabellones: Amarillo, Azul, Blanco, Ocre, Rojo, Verde y Pabellón 9 (Hall Central). Con el motivo de la utilización de todo el predio de La Rural, cuenta con un túnel techado que conectará el Pabellón Ocre con el Resto de los Pabellones. A su vez, existen quince salas, donde se llevarán a cabo las actividades aquí mencionadas.” En pocas palabras se el total del predio era monstruoso y emocionante a la vez.
Ingresé por el pabellón Ocre, destinado casi en su totalidad a las Salas de Conferencias donde se realizaban las ya clásicas narraciones para adultos, presentaciones de libros, charlas temáticas, y demás conferencias que tuvieron lugar en los 19 días de la Feria. Por mi parte, tuve la suerte de poder escuchar, en la sala “Rincón de Lectura” a Verónica García, Ernesto Vázquez y a Ana Padovani en la narración de seis cuentos, muy bien seleccionados, entre los cuales se encontraba por ejemplo el excelente Eso no es todo de Angélica Gorodischer. En ese mismo pabellón, en la sala “María Esther de Miguel”, pude concurrir a la presentación de una investigación coordinada por la Universidad Católica sobre los miedos de comunicación. Y por último fui a la presentación del libro “Nadie vio Matrix” de Walter Graciano en la sala “Domingo Faustino Sarmiento”.
Luego un pasillo largo, me condujo al Hall Central, donde dos inmensos stands (Grupo Clarín y La Nación) lo ocupaban todo. Seguí por una puerta, y ahora sí. Por fin entré en el Pabellón Verde. A mi izquierda, el Pabellón Amarillo y a mi derecha, el Pabellón Azul. Para donde mirara, se veían puestos. Editoriales, Universidades, Iglesias Evangélicas, puestos de provincias, de países, etc. No sabía por dónde empezar, qué libro ver, cuál editorial visitar, me sentía completamente perdido y desorientado. Me adentre por los corredores de la Feria. Las nociones de tiempo y de espacio caducaban allí. Los libros lograban trasportarlo a uno hacia otro mundo, un mundo de autores y títulos desconocidos; y entre tanta variedad algún Daniel Muchnik, algún Voltaire, lograban reconocerse entre el mar ignotos de obras literarias. Horas y horas pasaron y yo seguía metido esta nueva dimensión, de la que no podía escapar.
Otro elemento destacado de esta 34ª Edición era la enorme cantidad de personas que se acercaron. Allí no había distinciones, ni clases sociales, ni edades, ni nada. Todos amantes de la literatura. Debo reconocer que esto resultaba un poco incomodo a la hora de pasear, ver y comprar. Pero ni esto, ni nada, logró opacar la excelente distribución espacial de los puestos y el gran tamaño de cada uno de ellos.
Llegó la hora de irme, de volver a afrontarme con la fría realidad, dejando ese paraíso de los libros en stand-by hasta el próximo año. Es triste pensar en todo el tiempo que falta para que vuelva. Pero a la vez las ganas de volver el año que viene, me invitan a interiorizarme más aún en este universo literario. Debo decir que la 43ª Edición de la Feria del Libro de Buenos Aires, ha vuelto a maravillarme.

martes, 27 de mayo de 2008

Los muchachos del Parque Rivadavia

(Este es el trabajo etongrafico que hicimos con Ezequiel observando a "los viejos conocidos del Parque Rivadavia")

Lunes, 15 hs, Parque Rivadavia.

En el fondo del parque Rivadavia, allí cerca de la calesita, se encuentran alrededor de 20 hombres entre 60 y 80 años. En este sector se hayan 3 mesas, en la primera se juega a la canasta, en la segunda al domino y en la tercera… nosotros.

“Estas hecho mierda eh”, bromean entre ellos. El tema es que para el caso, todos estaban “hechos mierda”. Cada dos palabras, un tosido. Así era la dinámica de las charlas.

- Como perdieron (cof, cof) con San Lorenzo.

- Pero cállate (cof, cof), pecho frió.

Luego logramos ver otro factor intervenía y cambiaba el ritmo de las conversaciones: ya no solamente era palabra-tosido, palabra-tosido, ahora, pasaba a ser palabra-tosido-escupida, palabra-tosido-escupida.

Entonces, entre palabras, tosidos y escupidas, los señores con su camisa, boina y pantalón hasta el ombligo, jugaban y jugaban al domino y a la canasta.

Deportes aburridos si los hay diría usted. En realidad, ¿quién podría llamarlos deportes, no? Pero para estos viejitos, el domino por ejemplo, era un juego apasionante donde no se puede dar un paso errado porque recibís el grito de tu compañero y de todos los que están mirando. Y esto es interesante remarcar, como bien dijimos, había no menos de 20 personas en esas 2 mesas, mientras solamente juegan 4 en cada una de ellas. ¿Que hacen los demás entonces? Observan el encuentro. Del mismo modo que la gente ve un partido de fútbol, aquí, 15 viejitos ven como sus compañeros juegan al domino. Como también ocurre en el fútbol, cada uno de los espectadores opina sobre las jugadas hechas, como si ellos supieran exactamente la jugada que hay q hacer para ganar el partido. Y entonces, se escucha:


- “Tenias que poner Pito che”

- “Como no te diste cuenta”

Críticas van, críticas vienen, los muchachos se entretienen como diría la canción. Y así es. El compañero se lo hecha en cara y los de afuera avalan con un “tiene razón José, te equivocaste”. Responde con silencio el culpable que no puso “pito” e hizo perder el partido. Entonces ahí se levantan y entran otros 2, a competir contra los ganadores. El Parque Rivadavia dejó de ser un mero centro recreativo de barrio, para convertirse en “Sede oficial del Torneo de Juegos de Mesa”.

Así transcurre toda la tarde. Juegan al domino, tosen, charlan, escupen, toman café. Toman café, y es aquí otro elemento interesante a señalar. Entre medio de la mesa de canasta y de domino se encuentra parado un carrito de café toda la tarde. ¿Donde esta el cafetero? Sentando con los viejitos. Charlando, tosiendo, discutiendo, escupiendo, sirviendo café de vez en cuando y como no podía ser de otra manera, opinando.

De vez en cuando alguno de los viejitos se va, dice adiós y se marcha ante un “quédate que te damos la revancha che”. Pero no se va a su casa, no señor. Se dirige a las mesas del otro lado de los puestos, donde gente mas joven (40, 50 años) juegan al domino, ajedrez y truco. Entonces algunos van, se quedan mirando como juegan, en algún caso se suman a jugar, y luego vuelven a su antigua mesa.

Pasando los minutos cada vez hay mas gente en las mesas, cada 2 minutos cae otro señor más (“¿Qué haces Enrique?”), se suma a la multitud a mirar el partido, y una vez adentro se propone para entrar a jugar luego con un compañero, como un “hay equipo” en las canchitas de barrio. Van y vienen, mas vienen que van, así toda la tarde. Y las que también van y vienen constantemente son las chicas. Las chicas de su edad pasan completamente desapercibidas, pero las chicas jóvenes… “¡qué chicas!” diría más de uno, levantando la mirada para apreciar las esbeltas figuras. Cada vez que una joven se cruza por delante de ellos los de afuera se rompen el cuello para observar como se va. No puede faltar un leve silbido, o una pequeña broma al respecto, pero el caso es que terminan con los ojos caídos y la boca casi abierta ante cada paso veloz de una joven. Esto cabe para los de afuera, los cuatro que están jugando… ni enterados. Concentrados en su juego, pensando la próxima jugada, se mantienen con la cabeza gacha mirando como se arman las fichas sobre la manta naranja. Y no sólo las mujeres pasan a su alrededor: hombres en traje, chicos corriendo o en bicicleta, los colectivos de fondo, y nada. Ellos nadan. Ni se enteran de la realidad que los rodea. Encerrados en sus tableros y metidos en sus partidos, pareciera que el mundo se redujera a ese partido de dominó que están llevando a cabo. Ni bosinazos, ni bebés llorando, ni gritos ni nada, tan sólo:

-“¡Doblate al 5”

- “5 y 4…y bueno queda el 5 y 5”

Así son “Los Muchachos del Parque Rivadavia”. Un grupo simple. Con códigos propios como todo grupo, con cosas que se permiten, con cosas que no, con gente que viene siempre y con gente que no viene casi nunca. Con sus tosidos, con sus bromas, con sus escupitajos, con sus chicas, con su canasta y su domino, juegos preciados que son a la vez medio y fin para estar entre amigos, tomar un café, toser, bromear, escupir y pasar un buen rato juntos.

domingo, 11 de mayo de 2008

La caída de una estrella

- ¡Suéltenme, cerdos capitalistas! ¡Represores del Estado! ¡Malditos italianos! No tienen idea de lo que hacen. No entienden nada. No saben lo que están generando. ¡Déjenme salir!

Esto no puede estar pasando. Qué es lo que estoy haciendo acá. Alguien me tiene que escuchar. Pero estos estúpidos no entienden una palabra de lo que les digo. Otra vez no, la cárcel otra vez, no. No podría aguantar otro año más ahí dentro. De ese lugar no se vuelve. Qué ciertas eran las palabras de Foucault al afirmar que el sistema carcelario no te reinserta, sino que te excluye cada vez más. No puedo volver a una celda. No sería capaz de soportarlo. Pero, ¿qué puedo hacer? Pierluigi está muerto, y Julie es buscada por toda la policía francesa. Sólo puedo confiar en el resto, pero… ¿Qué soy para ellos? Lo único que debía hacer era cumplir mi misión y fallé. Me lo merezco.

Parecía tan fácil. ¡Antonie traidor! Cómo pudiste hacernos esto. Teníamos la revolución en nuestras manos. Por fin el mundo se daría cuenta que este sistema no puede seguir gobernando y comprendería la necesidad del cambio socialista. Qué cerca estuvimos. La historia se vuelve a repetir. El muro se ha vuelto a desmembrar.

Y ustedes. Simples marionetas de este Estado oligarca y anti-popular. ¿Qué les pasa? No ven acaso la miseria a su alrededor. Xenófobos. Siempre han actuado de la misma forma. Reprimiendo al diferente. Primero mataron a miles de judíos y ahora yo, un simple uruguayo, un pobre Sudaca. ¡¿No se dan cuenta que acaban de terminar con la última esperanza de revolucionar este mundo corroído por el dinero y la ambición?! Lamentablemente este es el destino que siempre les ha tocado vivir a los intelectuales activistas como yo.
¿Qué queda de mí ahora? Sé que de esta no puedo salir. Y mi estado de ilegal, no ayuda mucho tampoco. Alguien que me ayude por favor. ¡Sáquenme de acá! No me queda otra más que aceptar mi destino. No tengo familia, mi novia está prófuga de la ley, mis amigos se han olvidado de mí.

Lo único que tengo son mis ideales. Pero ahora de qué me sirven. Qué iluso, querer cambiar al mundo. En qué estaba pensando. ¿A quién se le ocurre semejante estupidez? Mira ahora donde estoy. Lo último que me quedan son mis sueños rotos, mis ideas cuestionadas y mi esperanza desecha. Dentro de unos minutos pasaré a ser, por el resto de mi vida, un simple número en las estadísticas, un chivo expiatorio, una promesa sin cumplir, la escoria de la sociedad, seré aquel ejemplo de lo que no hay que hacer, aquel miedo que despierta en las personas y que hace que se mantenga como simple peones, inertes, como engranajes indistinguibles uno de otros. Dentro de unos minutos seré un nuevo convicto y nada puedo hacer para cambiar mi destino. Ya no hay vuelta atrás, ya nada puedo cambiar. Tenemos lo que nos merecemos.

El sueño se ha vuelto a romper.

¿Y ahora qué?

Se fue, si. Se ha ido. ¿Cuál será su verdadero rumbo? ¿Hacia dónde se dirigirá verdaderamente? ¡Cómo lo odio! ¡Qué estúpida! Cómo deje que se fuera sin que prometiera volver a verme. Yo siempre tan fría, tan orgullosa… y ahora, ahora no está.

Y vos. Con tus mapas, tus libros, tus historias de lugares tan lejanos. Y el dinero, cómo te ha cegado todos estos años. Pero no importaba, yo te ame, te amo y siempre te amaré. Se que no fui una esposa muy afectiva. Nunca lograste descubrir todo mi amor. Pero vos… siempre en tu mundo, en tus viajes.

¡Ay! ¡Qué dolor que siento en mi pecho! Dios, ¿qué es esto que me pasa? Mi corazón parece haberse ido contigo, amado esposo. No siento nada y a la vez sufro un gran vacío. Todavía alcanzo a ver el barco y ya te siento tan distante.

¿Qué haré ahora de mi vida sin ti? Ni nuestros hijos podrán compensar el hueco que has dejado. Mis mañanas, mis tardes y noches no volverán a ser lo mismo. ¡¿Cómo haré para soportar este dolor?! Dios, si realmente estás ahí, ayúdame. Aleja de mi este pesar. Sólo la paciente Penélope, podría llegar a comprender mi dolor. ¡Yo te esperaré Ulises!

Aquí estaré. Me haré cargo de tus hijos y de tu tierra. Los educaré y les hablaré de ti. Si, eso voy hacer. Ellos conocerán el honrado padre que han tenido… que tienen. Y a tu regreso, enorme será tu sorpresa al verlos con esposa, dinero e hijos. Ay amor, como ansío tu regreso. El desgraciado tiempo pareciera burlarse de mí deteniendo sus agujas. Ahí vas, y aquí esperaré. Será tu amor el que me mantenga de pie.

Adiós esposo mío. Se que mi amor te traerá de vuelta a casa. Adiós mi amor.

"En soledad"

El asombro y la sorpresa lo invaden. Pero a la vez un miedo aterrador - ¿Dónde estoy? La tormenta se llevó todo, incluso mi tripulación. Anoche peleando por mi vida, y hoy…hoy estoy en una isla que parece estar totalmente desierta. Esto no puede ser, este lugar no aparece en ninguno de los mapas. ¿Qué es lo que pasa? ¿Qué es este lugar? ¡Dónde estoy! - Grita este mercader, casi sin esperanzas de alguna respuesta.

- ¿Será esta la isla de las riquezas? ¿Será esta la Isla Ratatouille? ¿Será cierto lo que dicen de ella? Recuerdo que un hombre, que no se encontraba en su sano juicio, me hablo de ella. Montañas de oro, paisajes asombrosos, ríos de dinero, comidas exóticas (con tan sólo un bocado podría saciarse el hambre de toda una semana). La fortuna del mundo entero se alberga en este lugar. “Allí donde los mares son innavegables, donde los barcos se convierten en juguetes de los dioses que manejan a su antojo. Allí es, en el fin del mundo. Pero sólo los hombres buenos y honorables son capaces de sobrevivir” Yo soy un buen hombre, así que no tendré ningún problema.- Entonces una alegría intensa invade su ser. De repente todo ese miedo se había canalizado en la pequeña ilusión de que se encontrara en la isla de las riquezas. Finalmente, el fervoroso deseo de conseguir aquel tesoro y su insaciable avaricia lo conducen a adentrarse en la frondosa y peligrosa selva que tenía frente a sus ojos.

Sin dirección alguna empieza a caminar, sólo veía árboles a su alrededor. Ceibas, araucarias, sauces, pero ni un solo ruido. Se encontraba solo, en un lugar que no conocía y en completo silencio. Alcanzaba a ver solamente plantas y árboles. - ¡¿Acaso no hay un maldito animal en esta isla?! ¡Hey! ¿Nadie me escucha, acaso? - Un rotundo silencio respondió sus gritos. Después de horas y horas de caminar lo único que alcanzaba a observar eran árboles y más plantas. El hambre comenzaba rugir en su estómago y no aparecía ningún manjar de los que tanto había oído hablar. -¡Ese viejo me mintió! Acá no hay nada. Sólo árboles.-

De repente, una luz al fondo del camino. Era el final de la selva. Por fin iba poder disfrutar de todas las maravillas que le habían hablado. Comienza, atraviesa el último árbol… y ahí está. Una pradera hermosa. Unos pastizales verdes como nunca antes había visto, animales por doquier, una inmensa laguna. Todo tal cual se lo imaginaba tal vez mejor - Ninguno de mis sueños logra siquiera asemejarse a semejante maravilla -. Con una emoción inexplicable, se lanza al encuentro con ese paraíso. Pero al dar el primer paso, cae repentinamente en un profundo agujero del cual es imposible su escape.

Para su suerte, el pozo en el que cayó era la puerta a una cueva hacia un tesoro. Invadido por la curiosidad, comenzó a caminar sin titubear. – ¿Hacia dónde conducirá esto? – Luego de algunos minutos, llegó al final del camino. Se encontró frente a dos cofres. Sobre cada uno había un cartel. Uno de ellos decía: “podrás saciar el hambre de toda la humanidad”. Y sobre el otro: “las riquezas del mundo entero podrás poseer”.

La duda lo atormenta, - ¿Qué cosas guardará cada cofre? – piensa. Después de un largo rato de meditar, y fiel a sus codiciosos deseos de seguir acumulando riquezas, elige el segundo cofre. Se acerca a él y lo abre. Dentro encuentra una nota que dice: “La riqueza no radica en lo individual, sino en lo grupal. Tu egoísmo y avaricia te condenarán por toda la eternidad”. Instantáneamente, una vez que termino de leer esas palabras, el piso se derrumbó y nuevamente, el mercader volvió a caer en un pozo. Pero esta vez no pudo volver a salir.

Escaza contundencia

Si digo que soy un gran escritor, que mi vida se ha caracterizado por grandes producciones literarias, que los personajes de mis escritos han sido protagonistas de grandes aventuras, no estaría siendo muy franco conmigo mismo. No honesto de mi parte asumir un rol que muy pocas veces tuve la posibilidad ejercer. Tampoco mi lector necesita de una gran experiencia para dar fe sobre lo que estoy afirmando.

Siempre me ha tocado desempeñar el papel de lector. He admirado a lo largo de mi vida a esos genios de la tinta y el papel. Su enorme capacidad de resumir en palabras el sinfín de sentimientos de sus personajes. Cómo su ilimitada imaginación podía transportarme hacia otros tiempos y lugares. Pero es hasta ahí donde llega mi función dentro de la literatura. He sabido apreciar tanto a la mayoría de los libros que lo leí largo de mi vida, que cualquier producción que pueda llegar a realizar, sería una falta de respeto a las grandes historias de amor de Gabriel García Márquez, a los Poemas de Pablo Neruda, o a las reflexiones de Eduardo Galeano. Es por eso que más que por alguna tarea escolar, no he tenido la posibilidad de escribir grandes obras.

A decir verdad, existen algunos textos que alimentan mi ego. Participo en una revista interna de un oratorio al que asisto, en donde he escrito varias notas que despertaron cierta admiración por parte de varios compañeros. Tanto la denuncia como la reflexión han sido temas claves en mis columnas. Las injusticias dentro y fuera de la institución en la cual se desempeña esta actividad, generaron en mí la necesidad de hacerlas públicas, comunes a todos. Lo cual tuvo como respuesta, amenazas de clausura de nuestra revista en algunas oportunidades.

Si bien no es mucho, se puede decir que mi “trayectoria” como escritor se remite a los “textos periodísticos”, dejándole a los verdaderos expertos la posibilidad de elevar el lenguaje, como menciona Aristóteles en sus escritos.

¿Por donde empezar?

Desde muy chico siempre me ha gustado leer. Si bien los libros son una gran parte de mi vida, no puedo decir que todos ellos han sido grandes aciertos. Hubo muchas decepciones, pero a la vez, grandes obras literarias. Me es difícil poder quedarme con tan sólo uno de ellos. Pero en realidad, existe un libro que realmente fue determinante. “El mercader de Venecia” despertó en mí una serie de sentimientos que nunca antes había vivido.

Recuerdo que era lectura obligatoria para el colegio, cosa que no me agradaba del todo. Sin ganas y por obligación comencé a leer. Y entonces algo inesperado sucedió. Sin darme cuenta, al cabo de algunos minutos, había finalizado el primer acto. Jamás me había pasado algo parecido con un libro. Mi interés fue tal que no pude interrumpir mi lectura hasta terminarlo por completo.

Si bien en la historia aparecen bastantes personajes, y cada uno con sus características determinadas, el judío Shylock captó particularmente mi atención. Ese odio desenfrenado por Antonio, un mercader cristiano que recurrió a sus servicios en busca de un préstamo, que se le hizo imposible pagar. Lleno de prepotencia y arrogancia, pero a la vez de tristeza y amargura. Su historia personal dentro del relato está repleta de idas y vueltas, de cambios rotundos. A tal punto, que genera en el lector una mezcla de sensaciones tan diversas como inesperadas. Por momentos un odio hacia su persona imposible de controlar, y por otros, genera ternura, compasión, lástima que hace olvidar cualquier sentimiento de maldad.

“El mercader de Venecia” despertó en mí una afición por Shakespeare que hoy en día se mantiene. Este fue el primer libro de este gran autor que leí, y de ahí en más mi admiración por él me llevó a interiorizarme en su obra. De ahí el gran valor personal que le atribuyo.