domingo, 11 de mayo de 2008

¿Por donde empezar?

Desde muy chico siempre me ha gustado leer. Si bien los libros son una gran parte de mi vida, no puedo decir que todos ellos han sido grandes aciertos. Hubo muchas decepciones, pero a la vez, grandes obras literarias. Me es difícil poder quedarme con tan sólo uno de ellos. Pero en realidad, existe un libro que realmente fue determinante. “El mercader de Venecia” despertó en mí una serie de sentimientos que nunca antes había vivido.

Recuerdo que era lectura obligatoria para el colegio, cosa que no me agradaba del todo. Sin ganas y por obligación comencé a leer. Y entonces algo inesperado sucedió. Sin darme cuenta, al cabo de algunos minutos, había finalizado el primer acto. Jamás me había pasado algo parecido con un libro. Mi interés fue tal que no pude interrumpir mi lectura hasta terminarlo por completo.

Si bien en la historia aparecen bastantes personajes, y cada uno con sus características determinadas, el judío Shylock captó particularmente mi atención. Ese odio desenfrenado por Antonio, un mercader cristiano que recurrió a sus servicios en busca de un préstamo, que se le hizo imposible pagar. Lleno de prepotencia y arrogancia, pero a la vez de tristeza y amargura. Su historia personal dentro del relato está repleta de idas y vueltas, de cambios rotundos. A tal punto, que genera en el lector una mezcla de sensaciones tan diversas como inesperadas. Por momentos un odio hacia su persona imposible de controlar, y por otros, genera ternura, compasión, lástima que hace olvidar cualquier sentimiento de maldad.

“El mercader de Venecia” despertó en mí una afición por Shakespeare que hoy en día se mantiene. Este fue el primer libro de este gran autor que leí, y de ahí en más mi admiración por él me llevó a interiorizarme en su obra. De ahí el gran valor personal que le atribuyo.

No hay comentarios: